A «MI AMIGA ALICIA»
Mi querida amiga Alicia, me enteré ayer de que te has ido a otro plano, con la discreción que siempre tuviste en este, sin alardes ni ego, siempre ayudando, sin rendirte nunca, lo intentabas todo.
He tenido la enorme suerte de ser tu amiga, la friolera de 46 años…Gracias.
Recuerdo bien ese día en que aparecí en tu “despachito” de la C/ Salitre, con una mesa llena de carpetas y dos sillas, una para ti y otra para el cliente/ trabajador, no cabía nada más…
Qué jóvenes éramos las dos, tú, empezabas a ejercer y llevabas el sindicato del espectáculo y yo, un problema con una piscina, era socorrista y nos correspondía ese sindicato. A las dos nos hizo gracia, pero, enseguida nos dimos cuenta de que la justicia o, mejor dicho, la injusticia era un reto para nosotras, era por destino que nos conociésemos.
Yo aprendí mucho de ti, y quizás algo te enseñé; nos hemos querido y respetado siempre, a lo largo de todos estos años.
Las dos muy cabezonas, tú creyendo en la justicia humana y yo en la divina, nunca nos rendimos. (Ahora caigo en que las dos tenemos ascendencia aragonesa, supongo que somos de la misma familia de almas).
Tú siempre generosa conmigo, me sentía en deuda, pero tú tampoco sabías pedir, las dos hemos sido muy fuertes, independientes y autosuficientes, dando lo mejor de nosotras mismas y sin pedir nada a cambio.
Has sido muy importante en mi vida, ante cualquier problema recurrí a ti y siempre obtuve ayuda y respuestas. Has sido la persona a quien he pedido ayuda recurrentemente, a veces no lo hacía por no abusar de tu confianza y tú te enfadabas conmigo por no pedírtela.
“Mi amiga Alicia”, me has dejado sola aquí, para que aprenda a recibir ayuda de otras personas y no quiera hacerlo todo sola. ¡Cuántos años me ha costado!
Me lo han tenido que ofrecer, sin pedirlo, para darme cuenta de que no estoy sola, que me tengo que dejar querer, ayudar y ser agradecida.
Lo has conseguido, tu misión de vida conmigo era, recordarme que puedo pedir ayuda y permitirme recibirla.
Hoy estoy muy triste, más por mí que por ti, te voy a echar mucho de menos, siempre te tuve ahí para mí. En el último whatsapp me decías: “…a las 13,30 soy toda tuya”, qué grande Alicia, qué grande…
Qué grande el golpe que me he llevado, Alicia, y así debe ser, por resistirme tanto a reconocer que necesito a los demás, que les tengo que permitir quererme y ayudarme.
El último correo, el 10 de junio, fuiste dura conmigo, me lo dijiste alto y claro, con MAYÚSCULAS, que tú ya no querías saber nada de la justicia, (pensé que estabas muy cansada de pelear contra muros), y me dijiste que yo sí necesitaba ayuda profesional, que, aunque sabía mucho, la ley exige ayuda legal.
Me lo dejaste claro, te despediste con contundencia de mí.
Supongo que tú eras consciente de esa despedida, sabías comunicar muy bien, y más por escrito, que nuestra relación se acababa, lo sentí así… aunque pensé que era tu carácter cuando te enfadabas y respeté tu enfado.
“A veces los ángeles son contundentes para que recordemos lo que ya sabemos…”
Yo no creo ya en finales y conectaré contigo en otros planos, estamos en la misma familia de almas y siempre, por siempre estaremos cerca.
Te agradezco que echaras sal en mi herida, porque cuando escuece es que empieza a sanar.
Muchas gracias por todo Alicia, estaré siempre feliz por haber sido tu amiga en esta vida.
Tú eres “mi amiga Alicia” por siempre…


